Principales riesgos laborales en el empleo del hogar
Las personas trabajadoras al servicio del hogar familiar están expuestas a una amplia variedad de riesgos laborales derivados de las características propias del trabajo doméstico. Entre los riesgos más habituales se encuentran:
Riesgos específicos y condiciones singulares
El trabajo en domicilios particulares presenta condiciones singulares que condicionan la gestión de la prevención de riesgos laborales. Entre ellas destacan la sobrecarga de trabajo por la realización de tareas múltiples y repetitivas, el trabajo en solitario sin supervisión directa, la movilidad frecuente entre domicilios, la falta de definición de tareas y de información previa sobre el entorno de trabajo, y la falta de formación profesional específica. Todo ello puede incrementar la probabilidad de accidentes y la exposición a riesgos psicosociales.
Riesgos en la atención domiciliaria y tareas domésticas
En la atención domiciliaria, además de los riesgos comunes del trabajo doméstico, se suman:
Riesgos psicosociales
El empleo de hogar implica riesgos psicosociales relevantes, como la inestabilidad y precariedad en el empleo, largas jornadas sin respetar los descansos, nocturnidad, ritmo de trabajo excesivo, sobrecarga física y emocional, falta de reconocimiento, tareas monótonas y ausencia de condiciones adecuadas para las pausas. Estos factores pueden derivar en estrés, desgaste emocional, aislamiento y desmotivación.
Marco normativo y prevención
El Real Decreto 893/2024 regula la protección de la seguridad y la salud en el ámbito del servicio del hogar familiar, estableciendo la obligación de la persona empleadora de realizar una evaluación de riesgos, adoptar medidas preventivas, proporcionar equipos de trabajo y protección individual adecuados, informar y formar a la persona trabajadora, y garantizar la vigilancia de la salud. El incumplimiento grave de estas obligaciones puede ser causa de resolución indemnizada del contrato (art. 50 ET).
En conclusión, el trabajo en el hogar familiar implica una exposición significativa a riesgos físicos, químicos, biológicos, ergonómicos y psicosociales, que deben ser gestionados mediante la aplicación de la normativa específica y la adopción de medidas preventivas adecuadas.